El alocado Rufus T. Firefly, primer ministro reincidente de Freedonia se dirigió a la tribuna de oradores, tropezó en los escalones de subida y a punto estuvo de darse de bruces sobre la moqueta color escarlata. Cuando se recompuso empezó a hablar atropelladamente en respuesta a la intervención del líder de la oposición: “El honorable jefe de la minoría me ha pedido insistentemente que dimita dada la calamitosa situación económica del país. Ahora bien, ¿solucionaría eso los problemas de esta nuestra querida nación? Está claro que o dimito o no dimito. Supongamos que dimito. En ese caso el país se vería abocado a una situación de inestabilidad política e incertidumbre que tendría como consecuencia un empeoramiento de nuestra situación. Supongamos que no dimito. Ante la certeza de que continuaré otros dos años dirigiendo los destinos patrios, los inversores se asustarán, los mercados se hundirán y esto tendrá como consecuencia un empeoramiento de nuestra situación. Por tanto, está claro que haga lo que haga, la situación irá a peor. En estas circunstancias, estarán ustedes de acuerdo conmigo en que, por mi propio bien, lo más razonable es que permanezca en mi puesto”.
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